El retraso mental
se caracteriza por la incapacidad para aprender con normalidad y para llegar a
ser tan independiente y socialmente responsable como otras personas de la misma
edad y cultura. Los individuos con un cociente intelectual inferior a 70 se
consideran retrasados en cuanto a su inteligencia.
La hiperactividad, desorden que parte de un
déficit en la atención y la concentración, se traduce en un exceso de ímpetu en el
sujeto que la padece, haciéndole incapaz de organizar y terminar su trabajo, de seguir
instrucciones o perseverar en sus tareas, debido a una inquietud constante y patológica.
Los trastornos ansiosos
comprenden el miedo a la separación (de la casa y los padres), evitar el contacto con los
extraños, y en general, un comportamiento pusilánime y medroso.
Los trastornos mentales invasivos se
caracterizan por la distorsión simultánea y/o progresiva de varias funciones psíquicas,
como la atención, la percepción, la evaluación de la realidad, y la motricidad. Un
ejemplo es el autismo infantil, trastorno caracterizado por el desinterés del niño hacia
el mundo que le rodea.
Entre los demás trastornos infantiles están los problemas
del comportamiento: la bulimia (apetito insaciable), la anorexia nerviosa (negación a comer), los tics,
el tartamudeo y otros trastornos del habla, y la enuresis
(incapacidad de controlar la micción, generalmente por las noches).
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